Respuesta colectiva

En la práctica, en el día a día, damos otra respuesta a la locura, renunciando al control y a los servicios públicos y privados de salud mental. 

Cuando alguien de un contexto compartido deja de hablar, está triste, va como una moto, se quiere matar, se corta los brazos, escucha voces, no come, se cabrea todo el día, me desconcierta, desconfía, me asusta, habla y no le entendemos bien, no le decimos que vaya al médico, ni al psiquiatra, ni a terapia. Esto lo llevamos hasta el final, así que en situaciones difíciles no llamamos a la ambulancia, ni a la policía. 

No le decimos a nadie que se medique y hacemos porque todo el mundo pueda usar, no usar o dejar de usar drogas psiquiátricas, cuándo y cuánto quiera.

No esperamos que se encarguen los expertos, nos encargamos nosotres y/o forzamos con nuestra postura que se encarguen otres, por criterios de justicia y redistribución, no por ocupar el lugar de familia, pareja, jefe, profesorx. 

La decisión compartida es que la locura tiene que caber y que hay que inventarse en cada momento la manera de parar, poder escuchar y entender algo de lo que pasa. Por el camino estamos reorganizando las vidas, reagrupándonos con quién corresponde en cada momento, abriendo las casas y redistribuyendo todo, el dinero incluido. Implica movimiento contínuo, se construye apoyo mutuo y politización interseccional

No somos un servicio, la intención es el contagio.